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Expedición científica busca extremófilos en volcán Copahue

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  • Durante nueve días, a 2.900 metros sobre el nivel del mar y a 100 metros del cráter, un grupo de investigadores exploró y colectó muestras, en un viaje al pasado prehistórico de la Tierra.

Un grupo multidisciplinario de científicos, liderados por la investigadora del Centro ANID Fundación Ciencia y Vida, Raquel Quatrini, exploraron el ecosistema microbiano de los cuerpos de agua que emanan del volcán Copahue, ubicado en el límite de Chile y Argentina. La investigación es uno de los primeros estudios metagenómicos que se realiza del lugar que, entre otras cosas, aportará al conocimiento de microorganismos extremófilos de gran interés para la minería en Chile y el mundo.

La travesía inició el 2 de marzo desde Santiago hacia Los Ángeles, para luego adentrarse en la Cordillera de los Andes. Con un intenso olor a dióxido de azufre en el ambiente, los investigadores realizaron un exhaustivo trabajo colectando cientos de muestras de distintos puntos del sistema, recorriendo el gradiente ambiental que caracteriza la zona. Pero, ¿por qué es de interés científico este sistema?

El entorno del volcán “Copahue” o “lugar de azufre” por su traducción en mapuche, se caracteriza por su paisaje de alta montaña, ríos, cascadas, lagos y lagunas. La región es conocida por su belleza natural y biodiversidad, con flora y fauna endémica. A las faldas del volcán, y acompañando el curso de agua del Río Agrio, se pueden encontrar bosques de araucarias, ñires y lengas, así como diferentes especies de animales como lagartijas, cóndores, pumas y zorros.

Para el equipo de investigación el lugar es un modelo de estudio interesante por su origen volcánico-glacial y sus particulares características. En las partes más altas del volcán, se observan hielos eternos, hervideros y fumarolas, ceniza y rocas volcánicas con incrustaciones de azufre elemental.  La mezcla de aguas de deshielo con fluidos hidrogeotermales acídicos, que emanan de dos vertientes en la base del cráter, da origen al Río Agrio. Este curso descendente de agua enriquecida en azufre y otros elementos químicos, proveen las condiciones óptimas para la proliferación de varios de los acidófilos, microorganismos extremófilos en los que se enfoca el estudio.

Asimismo, en los cerca de 40 kilómetros de recorrido que tiene el Río Agrio -montaña abajo-, varios afluentes de agua dulce diluyen el sistema generando hábitats con distintas características fisicoquímicas que albergan comunidades de microorganismos acídicos variados. Es decir, arriba se pueden encontrar comunidades con características que son propias de ambientes termales; en otro punto, comunidades con características que son propias de sistemas mineros operativos y activos, y otras con características de un drenaje abandonado.

“Tenemos distintas fórmulas comunitarias en un mismo sistema con un eje longitudinal que los une, que es el Río Agrio, y con características físico-químicas variables, lo que es ideal para abordar este tipo de estudios de ensamblaje de comunidades”, explicó Raquel Quatrini, doctora en Microbiología y experta en genómica microbiana.

Los acidófilos

Aunque la mayor parte de la vida ocurre en rangos de pH, presión, temperatura y salinidad normales, existen microorganismos que se han adaptado y logran sobrevivir y prosperar en ambientes de características extremas, que resultan hostiles o inhabitables para la mayoría de los organismos. Ejemplo de ello son hábitats con alta presión donde solo proliferan organismos barófilos; aquellos con temperaturas elevadas donde se encuentran los termófilos, o hábitats con pH extremadamente ácido donde pululan los acidófilos. Todos estos microorganismos (extremófilos) logran adaptarse a ambientes extremos a través de una variedad de mecanismos biológicos y fisiológicos que bordean la ciencia ficción.

Debido a su capacidad para tolerar altos niveles de acidez y metales en solución, los acidófilos se han convertido en un foco de gran interés para la minería. La lixiviación es un proceso en el que se extraen metales de las rocas utilizando soluciones químicas. Sin embargo, las soluciones utilizadas en este proceso suelen ser muy ácidas y tóxicas, lo que puede generar efectos perjudiciales para el medio ambiente y la salud humana. En ese contexto, la biotecnología minera ofrece una alternativa más ecológica y segura, incrementando las tasas de recuperación de metales de interés (como el cobre) mediante el uso de microorganismos acidófilos en procesos de biolixiviación.

“Originalmente, en el ámbito de la biominería, se pensaba que se podía usar un único microorganismo (nativo o modificado) para lograr recuperar los metales de una matriz mineral dada. Sin embargo, con el tiempo hubo consenso en que, en realidad, los responsables de la disolución mineral son diversos conjuntos de microorganismos, a los que designamos ‘comunidades’ o ‘consorcios’. Y estas comunidades albergan las capacidades necesarias para llevar a cabo las diversas reacciones bajo las condiciones cambiantes de los bioprocesos activos”, explicó la doctora Quatrini. “Cómo se configuran las comunidades o los estados alternativos de las comunidades para llevar a cabo estas actividades o funciones ecosistémicas, eso no está del todo comprendido”, agregó. 

Uno de los objetivos de la expedición fue colectar concentrados de las comunidades nativas, las que serán sostenidas en biorreactores y que permitirán llevar a cabo diversos ensayos de ensamble comunitario. “Vamos a estudiar cómo se estructuran las comunidades, a partir de los datos metagenómicos colectados desde distintos del gradiente fisicoquímico del Río Agrio, modelando la información recuperada en esta y otras campañas de muestreo anteriores. Y no solo eso, vamos a hacer experimentos de ensamble de comunidades in vitro, para probar aspectos de los modelos bajo condiciones controladas”, comentó la investigadora Raquel Quatrini.

Asimismo, el proyecto Fondecyt, de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), cuenta con la colaboración internacional de la Dra. Alejandra Giaveno y el Dr. Ricardo Ulloa, ambos de la Universidad de Comahue, de la provincia de Neuquén de Argentina y el Dr. Barrie Johnson, profesor de Biotecnología Ambiental de la Universidad de Bangor de Reino Unido, entre otros colaboradores.

Este proyecto aportará antecedentes relevantes para el conocimiento de este tipo de sistemas extremos y de las comunidades de extremófilos, con eventuales proyecciones aplicadas en biominería y remediación ambiental. “Todo este estudio sobre la estructura comunitaria, la reglas de ensamblaje y la estabilidad de las comunidades de acidófilos frente a los cambios que ocurren en el gradiente ambiental, tiene aplicación directa en el ámbito de la biolixiviación, de la protección ambiental y de la mitigación de daño de contaminación ambiental que puede ocurrir como consecuencia de la actividad minera”, enfatizó la Dra. Quatrini

Fuente: Ciencia & Vida

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